martes, 26 de febrero de 2013

125 años de la Beatificación


El 26 de febrero de 1888 S. S. León XIII declaraba
BEATA  a la Madre Josefa María de Santa Inés.

Cuadro de la Beata Inés en el Vaticano
Todo empezaba en 1625 cuando nació Josefa. Desde aquel 9 de febrero de su nacimiento hasta setentiuno años más tarde, el 21 de enero de 1696, en que aconteció su muerte aquella niña de Benigànim llevó una vida ejemplar y perfecta de amor y servicio a su prójimo y por tanto de alabanza a Dios. Por esta razón durante su vida fue grande la consideración que todos tuvieron de su virtud y más aún tras su muerte cuando la voz popular la aclamaba por una Santa e intercesora en el cielo. Consecuentemente a primeros del siglo XVIII se inició un dilatado proceso de canonización que llegó a la Beatificación hace 125 años, el 26 de febrero  de 1888, aunque espera la definitiva resolución con el decreto de canonización.
            Aquel 26 de febrero de 1888 se iniciaba en Roma a las 10:00 de la mañana con la solemne ceremonia de Beatificación en que el Papa León XIII, a seguida de la Solemne procesión glorificaba a la Madre Inés mediante el Rito de Beatificación; continuaba la ceremonia con una solemne celebración eucarística. A las cuatro de la tarde en el mismo espacio presidido por el cuadro de la gloria de la nueva BEATA, con su retrato y la representación de los dos milagros aprobados, y ante la presencia de notables autoridades y del personal de la embajada española con sus familias presididas por el embajador el Papa celebraba un acto de veneración a la Beata Inés de Benigànim, durante la cual se le obsequió con un relicario, del mismo modo se distribuyeron estampas y biografías en italiano.
Estampa de la Beata en italiano

            Hoy celebramos que hace 125 años la iglesia reconocía la obra de Dios en la Beata y que hoy podamos venerarla en el altar y celebrar su memoria litúrgica.
Día de la Beatificación en Benigànim

GLORIA AL PADRE, AL HIJO Y AL ESPÍRITU SANTO

LETRAS APOSTÓLICAS DEL PAPA LEÓN XIII
Ya desde los albores del cristianismo junto con las rosas purpúreas de los Mártires fueron entrelazados los blancos lirios de la Vírgenes, para que de esta manera se tejiera la espléndida guirnalda con que la iglesia se corona de júbilo.
            En este coro magnífico de Vírgenes brilló con luminosa claridad en el siglo XVII la Venerable Sierva de Dios Josefa Mariah de Santa Inés, la cual, dando en sí muerte a los placeres efímeros, prefirió las bodas celestiales a las de este mundo.
            Habiendo llegado a la perfección en el ejercicio de todas las virtudes, enriquecida por Dios con espléndidos dones, admirada por sus Hermanas y por todos, sin decaer nunca su espíritu llevó hasta el final una vida refulgente por el fulgor de la virginidad.
            La fama de su santidad, tan extendida y dilatada mientras vivió, tomó mayor vuelo y difusión tras su muerte. En Decreto de 19 de agosto de 1838, el Papa Gregorio XVI, cumplidos todos los requisitos, declaró que efectivamente Josefa María había alcanzado la cima del heroísmo en el ejercicio de sus virtudes.
            Más tarde, examinados los hechos portentosos con severísimo juicio, fueron aprobados por Nos dos de ellos como verdaderos milagros, realizados por Dios por intercesión de la Venerable Josefa de Santa Inés.
            Consultada la Congregación para la Causa de los Santos, respondió que podía procederse con seguridad a la concesión de los honores de los Bienaventurados.
            Por todo lo cual, Nos, con nuestra autoridad apostólica, en virtud de las presente Letras, damos facultad para que la misma Venerable Sierva de Dios Josefa María de Santa Inés, sea llamada en adelante con el nombre de BEATA, y el cuerpo de la misma en su sepulcro, o las reliquias, que no deberán sin embargo ser sacadas en públicas procesiones, se propongan a la veneración pública de los fieles.
            Con la misma autoridad concedemos que de ella se recite Oficio y Misa, del común de Vírgenes, todos los años en Benigànim, pueblo de la Diócesis de Valencia, y en todas las casas de la Orden de San Agustín.
            Dado en Roma, junto a San Pedro, con el anillo del pescador, el día 21 de febrero de 1888, en el año undécimo de nuestro pontificado. 

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